Historia

Historia de Camuñas

La Leyenda


La tradición oral ha traído hasta nuestros días una leyenda antigua que sugiere que, en tiempos remotos, existió una ciudad llamada Coconia en el trozo de mundo que ahora ocupa Camuñas. Sobre la extensión de tal urbe, se dice que era mayor que la de la actual villa, y que su casar se alzaba a ambos lados del río. Se la imagina esplendorosa. Su tiempo es indefinido e inmemorial. Sobre sus pobladores hay varias especulaciones, pues varias son las versiones del mito.


Unas afirman que se trató de una ciudad fenicia, otras la suponen griega, otras romana; algunas la sitúan en el esplendor de la cultura ibérica y aún las hay que la ubican en civilizaciones ignotas que se esconden entre los recovecos arcanos de la historia. Su final es igualmente incierto. Las diversas conjeturas coinciden en atribuir la destrucción de la ciudad a alguna catástrofe telúrica; pero difieren en el tipo concreto de hecatombe, que pudo ser un movimiento sísmico o una erupción volcánica, según unas u otras ramas de la leyenda.


No hay datos documentales, ni indicios históricos que avalen la posible existencia de Coconia, pero el mítico topónimo ha llegado a nuestros días con vigor, y es de uso frecuente en la actual villa de Camuñas.



La Historia


La arqueología revela que en Camuñas y sus inmediaciones ha habido presencia y actividad humana al menos desde el periodo paleolítico. Los yacimientos musterienses de Cabeza Gorda y el cerro San Cristóbal así lo atestiguan. En algunos parajes del término municipal se han encontrado objetos procedentes del periodo neolítico.


Son varios los que, a día de hoy, pueden verse en las vitrinas del Centro de Interpretación Pecados y Danzantes de Camuñas o del Museo de Santa Cruz de Toledo. Del periodo calcolítico y de la Edad del Bronce también se han encontrado numerosos vestigios en Camuñas y sus alrededores.


El ya citado cerro de San Cristóbal, el paraje de Los Yesos, Las Varas del Palio y el cerro de Angora, entre otros lugares del término municipal, han dado a la arqueología muestras abundantes de la presencia humana en estas tierras, también en los orígenes de la metalurgia.


La existencia de varios yacimientos minerales de cobre en las cercanías del pueblo pudo ser importante para la población del lugar, pues importante comenzaba a ser la obtención y el uso de ese metal en aquella época. El pueblo Carpetano dejó en Camuñas notables muestras de su presencia, especialmente en el paraje de Las Esperillas, donde se encontró una necrópolis con abundantes restos de cerámica decorada, así como de escorias que delatan la existencia de hornos.


La llegada de los romanos no supuso, al parecer, la extinción ni el desplazamiento de estos pueblos de origen céltico, sino que ocasionó una especie de mezcla cultural que dio continuidad al poblamiento de la zona. Frente a Las Esperillas, y separado de estas por el río Amarguillo, se encuentra el lugar conocido como Las Varas del Palio, donde hay restos abundantes de presencia hispanorromana. Tanto aquí como en los sitios de Lerma y El Almadén se edificaron villas y hubo poblaciones estables. Aún en nuestros días, y a flor de tierra, se pueden encontrar fragmentos de cerámicas diversas, tales como la terra sigillata, así como distintos objetos metálicos.


A unos seis kilómetros en línea recta, en dirección Suroeste, aún se conserva un puente romano sobre el que pasaba la calzada Toletum – Laminium (Toledo –Alhambra), importante vía de comunicación entre la meseta y el sur peninsular, señalada con el número 30 en el itinerario de Antonino. La cultura visigoda también dejó su huella en esta tierra, aunque algo más discreta que las precedentes. El Museo de los Concilios de Toledo, conserva dos vasijas de aquel tiempo, que proceden de Camuñas y que acreditan la continuidad de la población precamuñera en tiempos posromanos. A los árabes les son debidos numerosos vocablos, entre ellos está el origen etimológico del actual topónimo del pueblo.


El nombre de Camuñas procede del vocablo árabe alcamoniya, que tras varias peripecias lingüísticas se castellaniza derivando en camunia, lo que viene a significar cominos. No se conoce ningún nombre anterior, por lo que se ignora la razón que indujo a los árabes a elegir este; pero teniendo en cuenta la leyenda que inicia este relato, y considerando que por estas tierras hubo una célebre mansión romana llamada Vicus Cuminarius, cuya ubicación se ignora, no es descabellado pensar que acaso la mítica Coconia fuera en realidad aquella “Villa de Cominos” cuyo solar se atribuyen y se disputan, con menos argumentos, Ocaña y Santa Cruz de la Zarza. Así lo sugiere D. Fernando Jiménez de Gregorio, reputado historiador, arqueólogo y geógrafo toledano, en el primer número de la revista Beresit, de la Cofradía Internacional de Investigadores.


Consolidada la reconquista en estas tierras, y ya en tiempos de Alfonso VIII, la Orden de San Juan de Jerusalén estableció una sede prioral en la cercana Consuegra, e inició su expansión por la región llegando a abarcar catorce villas, entre las que se encontraba Camuñas.El día 6 de julio de 1238, con la finalidad de repoblar el territorio, el comendador de Consuegra, Roy Pérez, por orden del Gran Prior de Castilla y León, Ferrant Ruiz, otorga carta puebla a Camuñas, documento que confiere ciertos privilegios a las personas que decidieran fijar su residencia en el lugar.


La Orden de San Juan de Jerusalén, también conocida como de San Juan del Hospital, de Rodas o de Malta, asume la administración del pueblo hasta que el día 5 de abril de 1557, la princesa doña Juna de Austria, regente de este reino en ausencia de su hermano Felipe II, otorga a Camuñas el privilegio de Villazgo, lo que supone un considerable aumento de la aportación que Camuñas debía hacer al tesoro público. En representación del Concejo para este trámite está Juan López Moñino. El gran Prior D. Diego de Toledo, dio su consentimiento al privilegio de villazgo, por el que se liberaba a Camuñas de la administración consaburense, aunque la villa continuaba perteneciendo al priorato y teniendo a Consuegra como capital.


El nuevo privilegio resultaba caro, que para eso fue otorgado, lo que provocó una notable y rápida disminución en el número de pobladores del lugar, tal como se declara en la respuesta a la pregunta 39 de las Relaciones topográficas de Felipe II.


“39 - Tiene ducientos y cuarenta vecinos poco mas o menos, antes tenía poco menos de trescientos. Es pueblo muy adeudado, pobre por razón de que para pagar la juridicion que Su Magestad le dio tomaron a censo tres mil ducados, y ansí se han ido muchos vecinos, y nunca han podido redimir ni quitar el censo.”


Así pues, la propia declaración atribuye el descenso de la población a la incapacidad de muchas familias para satisfacer las deudas reales generadas como consecuencia de habitar una villa en vez de una aldea o pueblo, y la consiguiente necesidad de emigrar en busca de hábitats más humildes, renunciando al privilegio de poseer picota, horca, cuchillo, cárcel y cepo.Además de esto, y entre otras muchas cosas, en la respuesta de Camuñas al cuestionario de Felipe II puede leerse que:


“9 - Cae en el distrito de la Chancillería de Granada, a la cual hay cuarenta y siete leguas”.

“42 - La gente es pobre y viven de su labor miserablemente, y con mucho trabajo".

“52 - Guardase por voto el día de San Sebastián y Sancto Nicasio, lo cual se dice haberse votado por razón de cierta pestilencia”.


Rodrigo Alonso Moreno, Juan Díaz de Garci-Díaz y Juan López Martínez fueron los vecinos del pueblo que respondieron el cuestionario del rey.


En día cinco de Julio de 1752 está fechada la respuesta al Catastro del marqués de Ensenada. Este documento retrata un pueblo anclado en su pobreza sempiterna sin puentes sobre el río, ni molinos, ni industria, con pocos artesanos y menos comerciantes.


Respondieron el cuestionario los vecinos Esteban Díaz Gallego, Juan Dionisio de Mora, Alfonso López de la Oliva y Francisco Redondo.

 

Pocos años después (1785) el cura párroco de esta localidad, Frey D. Luis Antonio Juarez Carvonero, responde al cuestionario del cardenal Lorenzana, sin datos que permitan inferir algún cambio, ya fuera positivo o negativo.


Hay otros documentos de la época, como el Libro de Domingo de Aguirre (1769) o los diarios de viaje de José Viera y Clavijo (1774) que no revelan nada diferente, por lo que podría decirse que la historia de Camuñas discurre mansamente durante los siglos XVII y XVIII, sin incidencias destacables. La población oscila entre 1200 y 1400 habitantes que viven bordeando la pobreza (a veces por dentro) y explotando los escasos recursos de la tierra.


La primera década del siglo XIX vio ejércitos franceses cruzar los Pirineos y adentrarse con hostilidad en la península. Los lances de aquella guerra y sus infamias, llegaron a Camuñas en forma violenta. Varias personas murieron en la villa por causa de las armas y de las voluntades que las mueven. Entre ellas figura Juan Pedro Sánchez-Turra Fernández-Cano, cuya ejecución provocaría que su hermano Francisco consagrara su vida a combatir al ejército invasor.


Juan Pedro fue ejecutado en mayo de 1809 por soldados franceses que después colgaron su cadáver en un aspa del molino hoy llamado de La Unión.


Francisco Sánchez-Turra Fernández-Cano, natural de Camuñas y conocido en el pueblo como “Francisquete”, habiendo jurado vengar la muerte de su hermano, tomó las armas contra los franceses constituyendo y liderando una partida guerrillera que hostigó durante más de dos años al ejército invasor y contribuyó eficazmente a su derrota.


El guerrillero Francisquete fue temido por las tropas napoleónicas en toda la región, donde se le conoció por el sobrenombre de “Tío Camuñas”, apodo que llegó a inspirar terror.


Murió fusilado por los soldados del general D`Armagnac el día 13 de noviembre de 1811, en la villa de Belmonte.


Su figura pervive en la memoria de Camuñas y en importantes libros de historia tales como “Los guerrilleros de 1808”, de Enrique Rodríguez Solís.

 

La villa de Camuñas no permaneció ajena ni indiferente a los acontecimientos históricos españoles del siglo XIX. Antes al contrario, participó activamente en ellos hasta el punto de verse citada en importantes libros de referencia, tales como “Historia de los heterodoxos españoles”, de Marcelino Menéndez y Pelayo.


D. Agapito López Villaseñor y Fernández Montes, natural de Arenas de San Juan y vecino destacado de Camuñas, participó activamente en la primera guerra carlista del lado de la reina Isabel. Entre otras acciones bélicas repelió, junto a algunos de sus partidarios, un ataque armado contra su casa, sita en la actual calle Grande y cercana a la plaza Vieja. (Eco del Comercio, Nº 1954, 6 de septiembre de 1839)


Pero quien consiguió atraer sobre este pueblo la atención de D. Marcelino Menéndez y Pelayo, hasta el punto de que el autor definiese a Camuñas como “La Ginebra manchega”, fue un hijo de D. Agapito: D. Luis López Villaseñor y López de la Oliva, liberal progresista y perteneciente a la baja nobleza como su padre.


Entre sus numerosas y diversas iniciativas políticas intelectuales y religiosas, D. Luis propició el establecimiento en Camuñas de una misión protestante patrocinada por el teólogo y misionero alemán Federico Fliedner.


Como miembro destacado del partido Republicano Federal, firmó en Valladolid el Pacto Federal Castellano (1869) en representación de la provincia de Toledo, junto al clérigo consaburense Norberto García Roco y al talaverano José Beltrán.

La tradición oral sostiene que Don Luis, siendo alcalde de Camuñas, se unió al movimiento cantonalista y declaró la villa Cantón Independiente en 1873, sin que se hayan encontrado evidencias documentales del hecho.


Durante la primera mitad del siglo XX se abrió en España un doloroso y dramático vórtice histórico: La Guerra Civil de 1936-1939.

En Camuñas no hubo combates, ni bombardeos, ni más acciones militares que algún tránsito de tropas; pero el pueblo pagó su tributo de sangre a la locura colectiva de aquellos días trágicos con varias vidas arrebatadas por el odio. También la guerra que asoló Europa poco tiempo después se cobró algunas vidas camuñeras en los infames campos de exterminio.


En los primeros años de la década de los 70, el agua corriente comenzó a llegar a las casas camuñeras, y el asfalto a las calles. Con estas y otras obras, el pueblo fue equiparándose a las villas vecinas y asumiendo los cambios de costumbres que imponía el desarrollo. Quizá por este efecto homogeneizador del progreso y por la expansión de la tecnología, en los años transcurridos del siglo XXI el tiempo en Camuñas ha venido pasando sin más penas ni glorias que el de la inmensa mayoría de los pueblos de España, por lo que no hay nada destacable, ni digno de mención en este tiempo.


Para finalizar, cabría decir que la historia camuñera, sucintamente resumida en estas letras, tiene una música de fondo, un ritmo que hace vibrar el aire de este pueblo todas las primaveras al menos desde el albor del siglo XVII. Es la música antigua de los Pecados y Danzantes, cuyos orígenes eran descritos como inmemoriales ya en los primeros lustros del siglo XVIII.


Es algo que probablemente escucharon, y acaso interpretaron, quienes respondieron al cuestionario de Felipe II, al del marqués de Ensenada y al del cardenal Lorenzana. Algo de lo que participaron los hermanos Sánchez-Turra Fernández-Cano. Algo que oyeron, acaso con desgana, D. Agapito y D. Luis López Villaseñor. Algo que ha permanecido callado los últimos dos años por causa de una gran pandemia; pero que en esta primavera de 2022, tiempo en el que se escriben las presentes letras, vuelve a emerger de su silencio.


Sean muchas más las generaciones venideras que escuchen esa música. 

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