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El Reloj Municipal
El reloj municipal, una singularidad de este pueblo, tanto por el valor histórico del propio reloj, como por la peculiar torre que lo alberga.
Su origen es bastante similar al de muchos otros relojes municipales, la necesidad de conocer la hora en una época en la que no todos disponían de reloj propio. Su peculiaridad, disponer de un edificio en exclusiva para su uso y mantenimiento, así como disponer de dos esferas para señalar la hora.
Su historia comienza en 1910, cuando se formaliza la necesidad de disponer de un reloj municipal mediante el contrato de compra de un reloj a Antonio Canseco. Es en este nombre precisamente donde reside gran parte del valor del reloj, pues se trataba de un reconocido relojero por sus patentes de relojes de resortes, pero sobre todo por su Sistema Canseco, un mecanismo revolucionario que convirtió a sus relojes en los más precisos hasta la fecha, con una desviación horaria máxima anual de 5 minutos, dotándolos de una fiabilidad prácticamente perfecta. Esto le valió el Privilegio de invención en España y Francia a los relojes sistema Canseco, consolidándose como uno de los principales relojeros de su tiempo, con una prolífera carrera industrial, como demostró su cargo de Proveedor de la Real Casa.
Tras la firma del contrato llegará en 1911 la maquinaria del reloj junto con el campanario, por tren hasta la estación de Quero, pero la historia que lo distingue del resto de relojes de la relojería de Canseco tuvo lugar unos meses antes. Con la decisión de adquirir un reloj ya tomada y el contrato firmado, el ayuntamiento debía decidir el lugar de emplazamiento de dicho reloj, siendo los elegidos la casa consistorial de la villa (edificio del ayuntamiento) y la iglesia parroquial, como era costumbre en la mayoría de pueblos, pero esto generó una división entre la población, ya que debido a la orografía del pueblo ninguna de las dos localizaciones contentaba a todos los vecinos, pues ambas impedían a una buena parte de ellos visualizar la esfera del reloj; la casa consistorial quedaba demasiado baja para los vecinos que vivían en la parte alta del pueblo, mientras que la orientación del campanario de la iglesia quedaba fuera del alcance de un gran número de vecinos, además de no ser propiedad municipal.
Para resolver este debate se tomó una decisión imparcial, ubicar el reloj en un punto intermedio con dos esferas opuestas, de tal forma que todos los vecinos del pueblo pudiesen disfrutar del reloj. Tras esta decisión, comenzarían las obras para levantar la torre que albergaría al reloj, por prestación personal, es decir, cada vecino colaboró en su construcción en función de sus posibilidades, lo que convierte a esta torre en un símbolo del deseo generalizado del pueblo por disponer de su propio reloj.
Con la torre finalizada, los operarios de Canseco finalizaron la instalación del reloj en la torre, sonando su campana por primera vez en febrero de 1911. En sus 111 años de historia no se puede decir que su campana haya repicado de forma ininterrumpida, ya que, con la generalización de relojes personales a precios económicos, la población dejó de necesitar un reloj municipal, lo que lo llevó a un lento abandono hasta su paralización a finales de los años 70. Afortunadamente este no fue su final, sino que, tras ser reconocido su valor histórico, no sólo vuelve a entrar en funcionamiento en 1984 de la mano del relojero de la vecina localidad de Madridejos, Damián López, sino que pasará por una profunda restauración y puesta a punto en 1998 de la mano del maestro relojero Javier Castillo, lo que ha permitido que a día de hoy sea uno de los pocos relojes de Antonio Canseco que sigue en funcionamiento.
La torre por su parte, ha llegado a nuestros días sin prácticamente ninguna alteración respecto al diseño original de 1910 del maestro albañil Felipe Avilés, conservando a su vez una de las esferas originales de la fábrica Canseco, a diferencia de su compañera, destruida en un acto vandálico, y siendo posteriormente sustituida. Así mismo, toda la estructura cuenta con la carpintería original realizada por Blas Ballesteros Morales.




A día de hoy, el mantenimiento del reloj se sigue realizando tal y como lo ingenió en su día Antonio Canseco, “dándole cuerda” manualmente por medio de la palanca original. Esto consiste en accionar un conjunto de engranajes que recogen las cadenas a las que están ancladas las pesas que mueven por efecto de la gravedad el mecanismo del reloj, y del campanario, dotando al reloj de una autonomía de 36 horas y al campanario de 28. Este es el motivo que exige “darle cuerda” a diario, haciendo aquí una mención especial a todos aquellos que se han ocupado a lo largo de la historia del reloj de esta tarea, quedando constancia de: Carmelo Escribano, Pedro Palomo, Mateo Santacruz, Gregorio Almansa y Juan Paniagua. Es seguro que ha habido más, pero no se tiene conocimiento de ellos, en todo caso su reconocimiento a todos aquellos que de una forma u otra han colaborado en su mantenimiento.
Cabe mencionar como curiosidad que la única ocasión en la que el reloj dejó de funcionar en esta segunda etapa de su vida no fue por un fallo mecánico, ni por falta de cuidado, sino por una causa meteorológica; pues el 7 de enero de 2010, debido a las nevadas de los días anteriores, y la helada que tuvo lugar esa madrugada se formó un bloque de hielo en la esfera norte que bloqueó el minutero de dicha esfera, dando lugar la detención del mecanismo completo, siendo imposible volver a ponerlo en funcionamiento hasta que el hielo se derritió por completo.
Este reloj, así como su torre, se han convertido en un elemento fundamental del patrimonio de este pueblo, que casi con total certeza seguirá marcando las horas de las generaciones venideras, ya no tanto por su valor como por el afecto que se le tiene, pues la vida aquí no sería igual sin las características campanadas que repican desde el “corazón” del pueblo, su reloj.